Race Report – Aguas Abiertas Toltén 2019
Jueves 22 de noviembrey en un chat de amigos, Manuel Duch nos manda el link de una nueva carrera de aguas abiertas en el río Toltén, una semana después del 70.3 de Pucón. Partía en la localidad del mismo nombre y terminaba en la desembocadura del río en Caleta La Barra. El único tema era la distancia: 13,5 km.
Fueron varios días en que me cuestioné si me inscribía o no. La distancia me parecía una locura. Pero la verdad es que mi espíritu necesitaba una prueba desafiante. Llevo más de un año sin poder correr un triatlón por una lesión en la cadera. Lo extraño muchísimo. Ya llegará el momento, pero por ahora, puedo deleitarme con la natación. Finalmente, junto a otros 7 compañeros, estábamos en el start list.
El viernes de la semana después de Pucón, partí con Oliver, mi pololo, a Temuco. Los nervios ya estaban presentes y mi estómago me lo hacía saber. Tenía un nudo, no podía ni imaginar que al día siguiente estaría intentando nadar una distancia que me parecía insólita. Pero ya no había mucho más que hacer que comer e hidratarse bien, descansar y disfrutar…Como me dijo mi amiga Piera en alguna de nuestras conversaciones previas, estaré haciendo lo que más me gusta hacer por un buen rato…
Sábado 19 de eneroy junto a Oliver y Álvaro Cruzat partimos de Temuco a Toltén para reunirnos con el resto del grupo: Juan Carlos Guerra, Christian Meeks, Manuel Duch y José María Bustos. Nos recibió un lugar bien señalizado, con estacionamiento y puesto de acreditación listo. A eso de las 10:15 nos dieron la charla técnica y de seguridad y, al mismo tiempo, me estaba poniendo el traje y bañando en vaselina y bloqueador. Un gel a cada pierna, chequear que el traje estaba bien puesto (sobre todo en los hombros) y a calentar unos metros. Con los amigos de la “pista 7 de la piscina”, acordamos intentar irnos en filita india, cambiando la punta cada 2 kilómetros. Ya nos conocemos los ritmos y las patas, por lo que pensábamos que la estrategia sería útil.
La primera sensación fue el agua a una temperatura agradable, un tema menos del que preocuparse. Se notaba que había corriente a favor, así que se sumaba otro “plus”, y en los minutos de calentamiento me sentí bien. Fotos de rigor, aplausos de ánimo entre los participantes, deseos de éxito para los conocidos y a las 11:00: largada!
Partimos 77, y entre tanto espacio no ocurrió esa pelea que se da en las largadas de triatlón en donde es más fácil que te lleguen manotazos a que te salves de unos. La estrategia de la pista 7 iba funcionando, con Manuel a la cabeza. Puso un ritmo fuerte, y en alguno de los momentos en que alcé la cabeza, vi que teníamos otro líder. Primera pregunta de la travesía: ¿será adecuado ir a esta velocidad? Dado que íbamos con corriente a favor, me dije: “dale, estás en tu zona cómoda-alta, así que lo puedes sostener”. Después de lo que me pareció un buen rato nadando, Manuel se detuvo a arreglarse la gorra y los lentes, y me dijo que llevábamos 3K. Mi respuesta inmediata fue: 3K!!!???? y mi cabeza dijo: esto va estar duro. Listos de nuevo, escuché un: “vamos Dani que se puede”, y “back to business”. Manuel iba en búsqueda de los pies de los cuales nos habíamos descolgado. Lo logramos, pero ahora, la corriente no nos jugaba a favor. Comenzó a correr viento, y se levantaron esas olas pequeñas y seguidas, infames enemigas que hacían que las brazadas y el pateo fuera en el aire. Entre ellas y lo concentrada que iba por no tocar los pies de Manuel, empecé a “nadar feo”. Sentía que acortaba mis brazadas, que cruzaba la línea media y que perdía el foco. Sumado a eso, se presentó nuevamente la inquietud: ¿será adecuado ir a esta velocidad? Esta vez, la respuesta fue un “no”, lo que estaba quedando claro porque mi cuerpo estaba teniendo dificultades en mantener el ritmo. Por tanto, después de unos minutos, me vi nadando sola en ese mar de olas. Aquí, mi cabeza me empezó a jugar en contra. Sólo llevaba 4,5-5K, sentía la falta de energía y de ánimo para seguir. Fue el momento que una pregunta que no tenía intención de hacerme se vino rápidamente a mi cabeza “¿y si me retiro?”. Por un máximo de 20 segundos, me imaginé siendo recogida por uno de los botes de asistencia, llegando a La Barra con el ánimo por el suelo y decepcionada. Recordé la única carrera de la cual me he retirado en la vida y cómo me sentí. Con eso en mente, me repuse y decidí que iba a seguir. Estar en ese lugar haciendo algo que me apasiona es un regalo y un privilegio, y lo iba a disfrutar.
Seguimos en carrera, corriente mínima, ánimo en alto pero cuerpo a la baja. En el km 6 fue momento de tomar el primer gel. Primera vez que tomo uno nadando, y por suerte no me cayó mal. Tengo historial de no tolerar este tipo de compuestos, pero dadas las circunstancias, era lo más cómodo para tener energía. Y wow como ayudó!!! Diría que esto marcó la segunda parte de la travesía. Retomé ritmo, retomé los pensamientos positivos, me concentré en la técnica en la que tanto nos insiste Eduardo (mi entrenador) y simplemente me dejé fluir en esas aguas. Fue en ese momento cuando realmente empecé a disfrutar. No importaba si estaba sola o veía algunas gorras o kayaks/botes/zodiacs a lo lejos, ahora sólo nadaba…Y así avancé hasta el kilómetro 9.5, cuando me detuve porque la punta de los dedos estaba tocando arena… algo que nunca pensé que ocurriría en un río con más de 100 metros de ancho. Bueno, “si la vida te da limones, haz limonada” dicen por ahí… Fue la oportunidad de ponerme de pie y tomar el segundo gel. También fue la ocasión de observar y contemplar el hermoso paisaje que tenía al frente, frondosos bosques acompañando a este desconocido torrente acuático que estaba siendo generoso con nosotros. Regresé al espíritu competitivo, y fui por esos 4K que faltan. Lo pensé de la siguiente manera: es como si estuvieras partiendo un Ironman. Y así siguieron pasando los kilómetros. Me volví a acordar de los entrenamientos, del profe, me pregunté cómo irían mis compañeros, de qué dirían mis papas cuando se enteraran de que no era una típica competencia de aguas abiertas (jamás les dije la distancia de la prueba para que no se preocuparan), y hasta me puse a cantar para mí (gracias Piera por el consejo). De repente veo 3 gorras nadando relativamente cerca. Los tomé como referencia y un poco más allá, los vi de pie en otro banco de arena. Me uní a la charla, se nos acercó un bote de la organización que nos ofreció agua y Gatorade, y nos informó que la meta estaba aproximadamente a un kilómetro. Era difícil ver el arco meta blanco bajo la neblina que se había levantado, pero se podía tomar como referencia a los árboles, algunos techos de casas y la música. No podía creer que estaba llegando. Fue un momento emocionante que me obligué a controlar, porque la verdad es que “casi estaba llegando”. Era tiempo de iniciar progresivamente el aumento de ritmo. No importaban los otros, no quería que nadie me guiara a la meta, quería terminar esta hazaña sola, dando lo mejor de mí. Y así fue, nadé bien, nadé concentrada, nadé enfocada en mi objetivo. Vi el cartel de la meta flotante y fui hacia él. La profundidad del río volvía a disminuir y ya podía caminar. Y así, en unos cuantos pasos, estaba tocando lo que marcaba el fin de esta aventura: meta flotante, una campana y un sorbo de un cacho lleno de isotónico. Después de 2 horas, 58 minutos y algunos segundos, Oliver me recibió con un abrazo y yo no me podía borrar la sonrisa de la cara. Vi a Manuel al lado, y nos felicitamos. Incluso una señora del pueblo se acercó para pedirnos una foto. Ella tan emocionada como nosotros, porque ese fue el espíritu de la gente local que nos fue a ver y apoyar. Nos aplaudían y animaban. Muchas gracias a todos ellos por darse el tiempo.
Saqué mi mochila de la guardarropía, me cambié de ropa, y en el transcurso de esos minutos, llegaron Christian, Álvaro, Juan Carlos y José María. Todos éramos finalistas. Comida, hidratación y masaje en la carpa de kinesiología. Tenía una grata sensación de orgullo y de satisfacción. Comenzaba el tercer tiempo, compartiendo entre conocidos y desconocidos bajo la alegre música de un grupo pachanguero que sobre el escenario animaba la fiesta. Finalmente fuimos 74 que lo logramos y que, a eso de las 15:15, estábamos sentados bajo una carpa instalada para almorzar. Amablemente nos repartieron el menú que días antes habíamos elegido, junto a bebidas, sopaipillas y pebre. Todo muy sabroso y hecho con cariño, eso estaba más que claro. Además, había varios puestos de venta de empanadas caseras, pasteles y cerveza artesanal. Varios lo agradecieron, porque nadar…. uy que da hambre!
Cuando la guatita ya estaba llena, era momento de hacer al corazón contento. Nos llamaron a la ceremonia de premiación. Categoría por categoría se aplaudió a los ganadores, que recibieron una bella medalla de madera muy única. Hubo trabajo ahí.
Para quedar aún más feliz, fui primera de la categoría. Oliver también logró el primer lugar en la suya, y es además tercero en la general. Manuel y Álvaro son segundos en sus age-groups, y José María primero. Bien Stadio!
Las palabras de cierre las dio el alcalde de Toltén, no sin antes escuchar a Jhonatan Jimenez y Patricio Saavedra, los artífices de este magnífico evento.
Finalmente, un bus nos esperaba para llevarnos al punto de partida. Despedidas de rigor y regresamos a Temuco. La experiencia terminó… y todos muy felices!!!
Estoy segura que todos los implicados quedamos gratamente sorprendidos y agradecidos por lo recibido. Fue una excelente muestra de que con intenciones honestas, cariño, trabajo y dedicación, se puede hacer un evento de alto nivel. Ojalá que sea un ejemplo para tantas productoras que cada vez más tienen el signo pesos en sus ojos, y dejan de lado los intereses de nosotros, sus clientes. Jhonatan y Patricio, mis más sinceros agradecimientos. Para la próxima versión tendrán un número mayor de inscritos. Quizás como sugerencia, apoyo la idea de Manuel de añadir una distancia intermedia para atraer más público.
No puedo terminar este relato sin agradecer a mis padres, que siempre han sido mi principal fuente de apoyo para todo desafío que he querido emprender. A Oliver, con quien comparto mi día a día, sintonizando de la misma manera en tantas cosas que nos apasionan, deporte incluido. A mis compañeros de la rama master de natación de Stadio Italiano y su inmensa capacidad de apoyo, y en especial a los madrugadores de las 6:30 am. Partir el día con ustedes es una tremenda motivación. A Eduardo Cossio, que se ha tomado el tiempo de conocerme para estratégicamente sacar lo mejor de mí.
Y por cierto, a tantos amigos acuáticos que he conocido en el triatlón y natación. Sin que lo sepan, aprendo de ustedes cada día.
Por Daniela Núñez
Fecha de la carrera: Sábado 19 de enero de 2019